A partir de ese momento, multitud de empresas del sector copiaron la idea y crearon sus propios emojis, haciendo que la heterogeneidad fuera la tónica general incluso llegados a 2005. Miles de caracteres que poco tenían que ver con los que utilizamos hoy en día y que provocaban incompatibilidades en los envíos entre dispositivos de marcas diferentes, campaban a sus anchas. Hasta que en 2010 gran parte de estos iconos fueron adaptados al estándar Unicode, un hecho que contribuyó a la expansión de los emojis por todo el planeta y a la homogeneización definitiva de estos símbolos. Cada emoji pasó a tener asignado un código idéntico para cualquier desarrollador. El resultado es el que hoy conocemos: una lista de iconos que se ha integrado totalmente en nuestras comunicaciones digitales y que incluso representa una manera de comunicarse más allá de los distintos idiomas existentes en el mundo.
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